domingo, 23 de enero de 2011

la Jenny

Hoy he conocido a una perrita. Es una terrier Yorkshire patilarga y despeluchada y se llama Jenny. dice su ama que tiene muy mala hostia, y mi perro y yo pudimos comprobarlo: se deja oler, medio que mueve el rabo, es encantadora conmigo y de repente, zasca, se convierte en una bestia, se enzarza, ladra y ataca y no hay quien la trate. Nadie sabe por qué Jenny es así. la dueña tuvo antes otros perros más amables y a ella la trata igual que a los precedentes, y no ha habido forma, así que simplemente se ha acostumbrado. Se limita a quererla y la saca atada, con prudencia. Mi chino, mi perro encantador, ha intentado camelársela, y he de decir que ha conseguido echarle unos cuantos arrumacos y lametones, pero la Jenny siempre termina revolviéndose y enseñando los dientes. Ay, Jenny, qué rápido me he identificado contigo. Se lo he dicho a la dueña y me ha contestado: entonces estarás soltera...jeje, os voy a ahorrar un relato sobre mi vida privada, que a nadie importa, pero sí, he de decir que viendo a esta perrita, me he sentido como si me viera en un espejo. Mi misma alegría exuberante, mi misma mala hostia...esa perra era yo! hay que joderse. No me quedaba otra más que intentar comprender ese comportamiento: a lo mejor la Jenny no entiende la vida. No sabé por qué debe llevar un modelito ridículo, ni por qué alguien la lleva atada al final de una correa, y por qué la sueltan a veces, y a veces no. Aunque es leal, y en casa es buena, no sabe por qué su ama es su ama...y manda. Jenny no entiende, y yo tampoco, por qué las cosas son como son, y quizá le gustaría adaptarse para vivir mejor, pero no sabe cómo.
El caso es que en teoría, yo tengo muchas más opciones que la Jenny. Puedo informarme, puedo trabajar para cambiar mi vida, puedo tener hobbys, vida social, he podido reproducirme a mi aire y practico la risa con asiduidad. tengo más inteligencia, dicen los científicos...pero aún así, con mucha frecuencia saco los dientes y gruño, y ladro y hasta parece que muerdo. Con demasiada frecuencia, mi paciencia dura lo que un saludo y un mecagoendiez, porque a mi nivel -humana, educada e informada, con posibilidades de cambio y mejora- siento que la correa me aprieta el cuello sin entender por qué, y me fastidia tener amos que no sé quienes son ni cómo se han ganado el derecho a pasearme donde y cuando ellos digan.
En fin, ya está. La Jenny ha cantado, ha ladrado y pide disculpas a todos los seres mordidos por ella. No se arrepiente, cuidado, pero sí hace propósito de intentar llevar el collar con dignidad. Acepta la autoridad de quien se la gane, como por ejemplo algunos directores de coro y poco más. Jenny encuentra en la música un placer y un desahogo, y aunque no os lo parezca procura ser amable y comprenderlo todo, y va por la vida moviendo el rabo, a ver si cuela.
¿Sabéis que hasta los perros sueñan? pues así es. Y yo sueño, mientras ladro pianissimo y muevo las patas, sueño con sambas...

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