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Ayer estuvimos de boda. Es decir, cantamos en una boda. Fue en la capilla del colegio del Pilar, tan alta y neogótica. Lo cierto es que yo no estaba en mi mejor momento de voz ni de ánimo. Subimos a ese coro altísimo donde íbamos a cantar acompañados con organista, por lo que nuestro director podría dedicarse a eso, a dirigirnos, lo cual en teoría lo hacía todo más fácil, pero no fue así. Estábamos desafinados y para Román no quedó otro remedio que hacernos cantar pegaditos a los tubos del órgano, para que lo oyéramos bien, así que nos apretujamos a la balaustrada de piedra calada, con una vista excelente sobre la ceremonia pero muy poco espacio para las partituras, mirando a la derecha donde el jefe intentaba aplacar nuestros nervios, creo que con poco éxito...yo tenía las partituras de los bajos en mi cabeza y no escuchaba más que a las dos contras que tenía a los lados y por supuesto, las fantásticas voces de los chicos y para que engañarnos, sentía que la cosa sonaba fatal. Mejor dicho, no podría decir ni como sonaba...
Hubiera corrido un tupido velo sobre la actuación si no fuera por los correos de Román, nuestro ángel protector, que hoy domingo se ha sobrado una vez más descubriéndonos que había grabado la actuación. En cuatro correos sucesivos nos ha enviado algunas de las grabaciones oídas por lo que él llama un "aparato implacable", recordándonos que no somos profesionales, y que aunque la cosa no estuvo fácil, acabamos la faena con dignidad... Así que hoy, aunque al principio no me atrevía, he escuchado las grabaciones y he podido repasar la actuación, reconocer errores, y con ayuda de sus comentarios, descubrir dónde tenemos que mejorar. ¡Qué gran lección! ¡Cuánto nos queda! en este nuestro propio camino de baldosas amarillas, uno va dando bandazos entre el orgullo y la flagelación, seguramente ambos igual de inmerecidos... Gracias, jefe. (Y gracias al cuadrado por no ponernos el Da pacem, jeje)
Así que, mucho más animada, aprovecho para contaros la historia del Ave Verum, un breve himno atribuido al papa Inocencio VI, al que pusieron música diferentes compositores, entre ellos, Mozart. Este genial músico, mientras terminaba de componer La flauta mágica, en 1791, y siempre falto de pasta (su mujer esperaba a su sexto hijo y estaba muy delicada de salud), aprovechó la enfermedad de Hoffmann, maestro de capilla en la catedral de San Esteban de Viena, para mejorar sus ingresos volviendo a la música sacra, y se embarcó en la composición de este bello himno para cuerda, órgano y coro, tan simple y delicioso, que se estrenó en el Corpus Cristi de este año. Pocos meses después fallecería, por lo que la letra adquiere un sentido premonitorio (os la traduzco porque no todos hemos sido seminaristas):
- Salve, Verdadero Cuerpo nacido
- de la Virgen María,
- verdaderamente atormentado, sacrificado
- en la cruz por la humanidad,
- de cuyo costado perforado
- fluyó agua y sangre;
- Sé para nosotros un anticipo
- en el trance de la muerte.
Gracias Suny por tu trabajo y por regaalarnos trozos de cultura ya olvidados; dicen que la cultura es aquello que se recuerda una vez que se olvida aquello que se parendió. Aprendí mucho pero he olvidado tanto que avivar cuaqlquier conocimiento me enriquece culturalmente, incluso la traducción del Ave verum, pese a los latines del seminario. Pedro
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